DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

Somos un grupo de jubiladas y jubilados unidos por un común afán de libertad, justicia social y democracia participativa. Nos oponemos firmemente a toda forma de exclusión o marginación, cualesquiera que sean sus motivaciones: origen, religión, género, raza, ideología, "status" social y económico, orientación sexual y, claro está, edad. Rechazamos toda forma de política autoritaria, ejercida al margen del control democrático popular y los políticos que, en nombre de la democracia y el bien común, prescinden del pueblo que dicen representar y favorecen intereses espúreos. Reivindicamos la igualdad de todos los seres humanos y el respeto incontestable a su dignidad y derechos. En tanto que ciudadanos, aspiramos al ejercicio efectivo de nuestros derechos políticos y muy particularmente al derecho de expresar libremente nuestro pensamiento sin cortapisas ni inhibiciones. El blog responde a esta aspiración y, consecuentes con esta declaración de principios, se encuentra abierto a cuantas personas deseen expresar sus opiniones en estas páginas. Esperamos vuestra colaboración.

viernes, 26 de agosto de 2011

Reforma exprés de la Constitución

Dentro de los muchos artículos que se están publicando sobre la reforma de la Constitución me parece muy interesante el que publica Antonio Baylos en nuevatribuna.es, que por cierto es un periódico digital que merece la pena echarle un vistazo de vez en cuando. Así que, además de apoyar la solicitud de referendum, nos podemos ilustrar con este artículo de Antonio Baylos pincha AQUÍ
Saludos.

Amplío las sugerencias de lectura relacionadas con la reforma de la Constitución que ha presentado el PSOE, a la que el PP se ha sumado. Se trata de un artículo de José Borrell en el diario Público pincha AQUÍ

martes, 23 de agosto de 2011

España, ¿es diferente?

Dentro del debate historiográfico sobre la historia española, existe una corriente defensora de la no diferenciación de España en comparación con otros países del viejo continente, es decir, mantienen que España, en el curso de su historia, tiene elementos de singularidad como ocurre no obstante con otros países de su entorno  que también tienen elementos peculiares en su desarrollo histórico, lo que, sin embargo, no hace que se les vea como algo excepcional como ocurre en ocasiones con España.

Para ilustrar esta tendencia baste lo que Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox manifiestan en el prólogo de su libro España: 1808-1996. El desafío de la Modernidad (Editorial Espasa – 2ª edición): Este libro parte de una visión muy distinta: dicho con toda rotundidad, no admite excepcionalidad española. En otras palabras, consideramos a España como un “país normal”.

Sin entrar en este debate historiográfico, en el que por otra parte no podría, pues me faltan conocimientos para entrar en esta cuestión, sí hay un aspecto en el que, en mi modesta opinión, España es absolutamente diferente a otros países de su entorno y es al que yo voy a referir en estas líneas. Se trata del diferente comportamiento político y sociológico que mantienen sus ciudadanías ante las dictaduras sufridas en el transcurso del siglo pasado en sus respectivos países.

En el pasado mes de julio, al cumplirse el 75 aniversario del golpe de estado contra la II República que dio una parte del ejército español y produjo la guerra civil, se han publicado en los medios de comunicación amplios reportajes, artículos, entrevistas, etc. sobre esta efeméride. En algunos de ellos se manifiesta que el golpe de estado fue inevitable y necesario: así, tal cual. Esto nos conduce a que, todavía hoy, hay una parte –bien es cierto que minoritaria- de la ciudadanía que asume militantemente el discurso fascista del franquismo. Lo más preocupante, no obstante, es que hay otra parte –ésta sí muy importante- que acepta el discurso franquista, al menos pasivamente, sin ningún sonrojo. Es más, yo diría que incluso hay muchos elementos en este último grupo que a la mínima pasan de su pasividad ante esta cuestión a la activa defensa del mismo.

Parroquia de Santiago en Cangas del Morrazo (Pontevedra)
 Foto realizada el 17-08-2011

En la placa dice:

  ¡PAZ!
  Atiende, Señor, el grito
  Que un pueblo hasta ti levanta:
 ¡paz a los Muertos Caidos
  por su Dios y por su Patria!

  Con tu nombre por enseña
  Emprendieron la Cruzadas
  Por la fe de nuestros padres
  Pelearon tus batallas ......
¡¡Señor!! Por los que ofrendaron
   La flor de su sangre brava
   Oye de un pueblo creyente
   La suplicante plegaria
  ¡Paz a los Muertos Caidos
   Por su Dios y por su Patria

NOTA: las faltas de ortografía y de concordancia 
pertenecen al original de la placa 


Esto lo podemos apreciar en multitud de pequeñas o grandes noticias que continuamente están saltando a los medios de comunicación: ayuntamientos que deciden mantener a Franco como Alcalde de honor; impedimentos de todo tipo para que los familiares de las víctimas del franquismo consigan lo que a todas luces parece lo más lógico, que es localizar los restos de sus familiares enterrados en fosas comunes para darles digna sepultura; mantenimiento en las iglesias de las placas de los “caídos por Dios y por España” con los nombres de aquellos que se sublevaron o apoyaron el golpe de estado encabezadas por José Antonio Primo de Rivera; hechos relacionados con la sublevación militar y el franquismo dando nombre a muchas calles de nuestros pueblos y ciudades y un larguísimo etcétera que sería excesivamente prolijo enumerar. Por no hablar del último ejemplo en esta cuestión realizado por la Real Academia de la Historia con su engendro del Diccionario Autobiográfico Español en el que, en algunas de sus entradas, se realza de forma siniestra a los golpistas y sus hechos.

En muchos de estos casos se argumenta que lo ocurrido durante, antes y después de la guerra civil es historia y que, por lo tanto, lo mejor es olvidarlo y no abrir heridas que ya están cerradas. Es precisamente su actitud irreconciliable la que manifiesta claramente que las heridas no están cerradas y mucho menos cicatrizadas. Si así fuera, no habría ningún inconveniente para que estos actos de justicia se realizasen con el acuerdo unánime de todos los españoles.
 
Con mucha frecuencia se escucha decir que es absolutamente inconcebible que en Alemania, Italia o Portugal ocurriera algo parecido relacionado con sus dictaduras. Puede haber minorías nostálgicas de esas dictaduras, y de hecho las hay, pero en ningún caso tienen el amparo y apoyo de las instituciones democráticas, sino todo lo contrario: son rechazadas contundentemente.

Nos deberíamos de preguntar, por tanto, cómo es que en España, en buena parte de la sociedad, este discurso nostálgico es aceptado, cuando no asumido. Como diría el poco recomendable Mourinho: ¿Por qué?

Probablemente por que en España, en mi humilde opinión, se han dado unas circunstancias muy diferentes a las producidas en el resto de países referidos para terminar con las dictaduras respectivas. La principal de ellas es que, mientras que en los otros países, cada uno con sus circunstancias, las dictaduras fueron aniquiladas y se produjo una ruptura absoluta con el pasado, en España no existió esa ruptura política y se procedió a una reforma del régimen, con lo que el poder del franquismo quedó incólume y nada desprestigiado. Mas bien todo lo contrario; en lugar de exigir responsabilidades, se alabó el gran servicio que hicieron las Cortes franquistas haciéndose el harakiri en beneficio del pueblo y la democracia, se nombraron senadores provenientes de las filas más reaccionarias y se mantuvieron políticos en activo que habían servido al franquismo en puestos relevantes. Sin ir más lejos, al secretario general del Movimiento fue nombrado por el Rey presidente del gobierno. Es posible que, en aquellos momentos de tensión e incertidumbre, se hiciera lo que se podía, pero es cierto que aquellos barros nos trajeron estos lodos.

Uno de los aspectos más sobresalientes de aquella reforma política es que el actual Jefe de Estado es herencia directa del régimen dictatorial franquista. Se dirá que el pueblo español eligió, a través del referéndum para aprobar la Constitución, el nuevo régimen democrático. Es cierto, pero, en todo caso, habría que matizar que lo que hizo el pueblo, en todo caso, fue ratificar la designación que el propio Franco había realizado en el año 1969. Al pueblo español se le escamoteó la elección entre monarquía y república, pues ansioso de democracia no exigió una votación diferenciada de ambas cuestiones.

Por último, una de las cuestiones que también podrían explicar la diferencia española con sus vecinos con antiguas dictaduras, viene precisamente de lo comentado en el párrafo anterior. Además de que no ha habido un rechazo contundente por parte de todas las fuerzas democráticas del régimen franquista, se da la circunstancia de que cada vez que el Rey se ha referido a Franco no sólo no ha habido la más mínima crítica, sino que siempre se ha manifestado agradecido (no es para menos, claro) y declarado que para él Franco ha sido como un padre. Desde la izquierda siempre se ha pretendido, y no siempre se ha conseguido, que haya un rechazo y condena explícita del régimen franquista por parte de las instituciones democráticas. En este sentido, es curioso que nunca se haya pedido a la casa real, como una institución democrática más del Estado, una declaración condenando al régimen franquista, ¿se ha pensado que era una contradicción insalvable que una institución heredera del antiguo régimen, al mismo tiempo, hiciera una descalificación del mismo por dictatorial? Es posible, pero en cualquier caso, pienso que ha llegado el momento de exigirle a la monarquía una declaración solemne condenando el régimen franquista.

Un paso así probablemente ayudaría a España a ser más normal, más parecida a países de nuestro entorno, menos diferente, por así decirlo.