DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

Somos un grupo de jubiladas y jubilados unidos por un común afán de libertad, justicia social y democracia participativa. Nos oponemos firmemente a toda forma de exclusión o marginación, cualesquiera que sean sus motivaciones: origen, religión, género, raza, ideología, "status" social y económico, orientación sexual y, claro está, edad. Rechazamos toda forma de política autoritaria, ejercida al margen del control democrático popular y los políticos que, en nombre de la democracia y el bien común, prescinden del pueblo que dicen representar y favorecen intereses espúreos. Reivindicamos la igualdad de todos los seres humanos y el respeto incontestable a su dignidad y derechos. En tanto que ciudadanos, aspiramos al ejercicio efectivo de nuestros derechos políticos y muy particularmente al derecho de expresar libremente nuestro pensamiento sin cortapisas ni inhibiciones. El blog responde a esta aspiración y, consecuentes con esta declaración de principios, se encuentra abierto a cuantas personas deseen expresar sus opiniones en estas páginas. Esperamos vuestra colaboración.

lunes, 4 de febrero de 2013

CORRUPCIÓN Y POLÍTICA


Siempre ha habido defensores de la honradez y honestidad de la mayoría de los políticos -entre los cuales modestamente me incluyo-. Así, a medida que va aumentando los casos de corrupción –y en los últimos días no paramos- van aumentando las voces que se hacen oír públicamente insistiendo en que no todos los políticos son iguales, que no todos son corruptos, que no es bueno generalizar, que hay que separar el trigo de la paja... Como muestra de lo que se está publicando estos días de forma abundante podemos ver los artículos Corrupción, no es cierto no todos son iguales (Manel García Biel. Nueva Tribuna. 27-01-2013); Los evidentes mecanismos de la corrupción (Soledad Gallego-Díaz. El País. 27-01-2013) y el magnífico Elogio y desprecio de la clase política (Daniel Innerarity. El País 28-01-2013).
 
Ahora bien, es absolutamente cierto que no todos los políticos son corruptos, pero la corrupción en nuestro país, sin embargo,  no es un hecho aislado; el nivel al que ha llegado es verdaderamente insoportable y la cantidad y calidad -es evidente que no es lo mismo que un concejal de un pequeño pueblo sea corrupto a que esa corrupción afecte a las máximas instancias del partido que sustenta al gobierno- cada vez son más elevadas. Ello nos debería de llevar a reflexionar a todos para ver lo que podemos aportar cada cual para resolver este problema. Es verdad que, de alguna manera, los electores tenemos responsabilidad en ello cuando introducimos nuestra papeleta en la urna “validando” el comportamiento de algunos políticos que se conoce sobradamente que son unos chorizos (Comunidad Valenciana con sus grotescos aeropuertos sin aviones, trajes, circuitos, despilfarros mil junto a sus comisiones y todo tipo de trapicheos o la Andalucía de los EREs, por poner solo dos ejemplos). Pero no cabe duda que la mayor responsabilidad recae en los partidos políticos.
 
Y los partidos políticos, unos y otros, han demostrado manifiestamente que son incapaces de atajar e impedir la corrupción dentro de sus filas (El esperpento de la Fundación Ideas es paradigmático). Es más, si nos atenemos al proyecto de la ley de transparencia elaborado tanto por los socialistas, en su día, como por los populares en la actualidad, vemos que en ambos los partidos políticos, además de otras instituciones, se quedan fuera de esa ley. Parece ser que ahora, después del caso Bárcenas, están dispuestos a ser transparentes –bueno, al menos a figurar en la ley de transparencia-. Pero no deja de ser sospechoso que los propios partidos, en un principio, pretendieran quedarse fuera del circuito de la transparencia y, por tanto, fuera del control ciudadano.
 
Es por lo que creo que ha llegado el momento de que los políticos que son honrados, que son honestos hagan una demostración fehaciente y que lo atestigüen exigiendo públicamente a sus partidos mayor claridad y transparencia en su comportamiento (la renuncia en estos días de algunos concejales del PP ha sido ejemplar y esa sería la senda a seguir por otros en lugar de bunkerizarse sin más). Deberían de ser ellos, los políticos honestos, los que se unieran al clamor popular y solicitaran a sus propios partidos, a sus cúpulas, una mayor transparencia, un comportamiento más diáfano, más nítido y, a ser posible, inmaculado.  Un clamor popular, según las encuestas, es la demanda de listas abiertas en los comicios que permitiría, por una parte, que los electores ejerciésemos de tales y no de meros ratificadores y, por otra, mayor libertad al candidato que no dependería en exclusividad de su partido para ser elegido, lo que significaría que debería de prestar mayor atención a sus electores y estar más al loro de sus opiniones y demandas. Pues bien, no estaría mal que esos políticos honrados y con vocación de servicio público se hicieran eco de esta reivindicación, por ejemplo, y expresaran en su partido y, sobre todo, públicamente su apoyo a esta demanda ciudadana que, está claro, no es del agrado de los partidos ya que no dependería de ellos en exclusividad la elección de los candidatos a ocupar el cargo. Un pequeño paso, un gesto no más, pero qué duda cabe que podría ser el comienzo de un cambio en la actividad política de este país y, más que nada, una posibilidad de romper la hostilidad que la ciudadanía muestra, y con razón, a nuestra clase política.  
 
Los ciudadanos estamos necesitados de algún gesto, por pequeño que sea, que nos indique que hay alguien que escucha al pueblo soberano y que se preocupa de él. En estos momentos la impresión que se tiene es que solo se escuchan entre ellos y se preguntan y responden solo entre ellos. Que sus energías, su tiempo y su sabiduría está al servicio de la necesidad de responder a los ataques y a los supuestos agravios de unos para con los otros. En definitiva, a disposición de las intrigas partidistas, pero no en la necesidad imperiosa de resolver los graves problemas por los que atravesamos. La desafección y hostilidad hacia los partidos hoy, mañana se puede convertir en una hostilidad hacia el propio sistema democrático. Es mucha la responsabilidad en estos momentos de los políticos. Es de esperar que sean conscientes de ello y actúen en consecuencia. Esperemos.
 
Saludos cordiales,
 
 

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