Supongo que nadie que me conozca me puede tachar de tibio en la crítica a los políticos y a los partidos. Asimismo, los seguidores y lectores de este blog saben que mis críticas a la actuación de los políticos son frecuentes. Es desde esta posición crítica y exigente, y sin renunciar a ella, desde la que manifiesto mi opinión.
A todos nos llegan correos electrónicos absolutamente falaces sobre los políticos en los que se reclama la eliminación de este o aquel privilegio de los que supuestamente se benefician todos los políticos en el que se nos pide que procedamos a reenviarlo a nuestros amigos y conocidos; ante ello es necesario que no caigamos, por desconocimiento, ingenuidad o cabreo en la trampa de secundar de forma irreflexiva el solicitado reenvío. Hay que tener en cuenta, además, que en muchas ocasiones estas campañas están animadas por fuerzas extremadamente reaccionarias, cuyo objetivo final no queda nada claro, o sí. El último invento a este respecto que ha caído en mi correo electrónico es un decálogo reivindicativo en el que nos llaman a prepararnos para recoger firmas para que “Reduzcamos el déficit a través de los políticos” que comentaré en la próxima entrada.
Estas campañas, a mi modo de ver, no tratan de criticar a los políticos y la política que desarrollan y reivindicar una mayor participación ciudadana y un fortalecimiento, por tanto, de la democracia. En todo caso, el rechazo a este tipo de panfletos no significa que renunciemos, ni mucho menos, a cuestionar nuestro derecho, y nuestro deber, a reivindicar cambios y modificaciones para elevar y dar una mayor calidad democrática a la cosa pública en nuestro país. Faltaría más. Ahora bien, esta crítica, y las aportaciones que creamos necesario realizar para fortalecer la democracia, la deberíamos de sustentar sobre realidades concretas y no en falacias que, además, no se sabe quién las pone en marcha ni cuáles son sus objetivos.
Por supuesto, no se trata de ocultar lo canija que está nuestra democracia, ni la pobreza intelectual y moral de muchos de nuestros políticos que han conseguido que la población les considere el tercer problema que padece la sociedad española. Pero todo ello nos debe llevar, precisamente, a una mayor exigencia a todos nuestros políticos para que mantengan, y hagan mantener, comportamientos acordes con la tarea que les hemos encomendado. No seré yo, por supuesto, el que oculte la realidad de la clase política española. Es con la crítica enérgica, pero acertada, con lo que debemos de combatir esta situación y aumentar la calidad de nuestra democracia. En ningún caso con la manipulación, la demagogia, lo burdo y grosero de algunos de los correos electrónicos que circulan entre muchos de nosotros.
Es absolutamente cierto que el espíritu crítico es consustancial a la democracia y no sólo es recomendable, sino imprescindible ejercer este derecho. Con ello se fortalece la vida democrática. El denigrar, difamar, confundir… por el contrario, es cuestionar, no al político concreto, sino a la función del político, de la Política. En definitiva, cuestionar la democracia en sí. Ya hubo un personaje despreciable en nuestra historia reciente que decía: haz como yo, no te metas en política. Pues bien, ese creo yo que es el mensaje subliminal de muchos de estos correos que nos llegan y que divulgamos con toda nuestra buena fe. Cuidado no vayamos a estar creando un caldo de cultivo en el que muchos vean como solución a los salvapatrias.
Tenemos que tener en cuenta que no todos los ruidos son armoniosos, no todo lo que se mueve va en la misma dirección que nosotros hemos elegido. Es posible que aparentemente lo parezca, pero muchas veces es eso: solo apariencia. Si antes de reenviar muchos de los correos que nos llegan, nos fijáramos con un poco de detenimiento y reflexionáramos sobre lo que plantean, llegaríamos a ver, sin duda, el trasfondo perverso que los inspira. Por eso creo que debemos de fijarnos más, analizar y reflexionar sobre lo que nos llega para no aumentar la descalificación gratuita y divulgar falsedades que no fortalecen la democracia, sino que la debilitan.
Sin embargo, esta actitud reflexiva no debe impedirnos el criticar, y con dureza extrema, situaciones insostenibles en nuestro entramado político. Por ejemplo:
- Cómo no criticar
a los partidos políticos que incumplen de forma reiterada con el programa
electoral con el que se presentan, que es votado por los electores y
exigir un referéndum en caso de tener que legislar sobre aspectos
importantes que no figuraran en el programa electoral.
- Cómo no criticar
la manera que se pretende salir de la crisis haciendo recaer en las
espaldas de las clases más desfavorecidas todo el peso con recortes que
eliminan derechos sociales que han costado años de lucha para
conseguirlos.
- Cómo no criticar
la corrupción política que existe en nuestro país y reivindicar la
necesidad de que a los corruptos se les sancione con medidas mucho más
severas que en la actualidad (aquí los electores tenemos una
responsabilidad directa, pues, como sabemos, se da el caso de que a los corruptos los volvemos a
votar como si tal cosa).
- Cómo no
reivindicar una ley de transparencia que sirva para un mayor control de la
actividad política y evite que se propague todo tipo de bulos sin que la
ciudadanía tenga la posibilidad de contrastarlo de una forma eficaz y
rápida.
- Cómo no exigir
una ley de incompatibilidades que recoja la dedicación exclusiva y la
incompatibilidad entre más de una asignación pública que impida, por otra
parte, que algunos políticos coleccionen cargos públicos y privados que a
veces llegan a 12 o 13. Sin ir más lejos, ayer mismo la prensa informaba
que la Secretaria General del PP y Presidenta de Catilla La Mancha, María
Dolores de Cospedal, había cobrado 158.388€ netos el año 2011 por sus
distintos cargos: Secretaria General del PP (88.897€), Senado (31.775€)
Presidencia Castilla La Mancha (36.082€) y trienios como abogada del
Estado (1.634€). Esto es, desde cualquier punto de vista, absolutamente
reprobable.
- Cómo no
reivindicar la reforma de la Ley Electoral para que podamos ser verdaderos
electores y no meros ratificadores, que es lo que somos ahora, de lo que
ya han elegido los partidos, es decir, una ley electoral que recoja listas
abiertas y que la distribución de los escaños sea directamente
proporcional a los votos obtenidos por cada candidatura.
- Cómo no
reivindicar una ley que desarrolle el artículo 6 de la Constitución que
obligue a los partidos políticos a tener un funcionamiento interno
verdaderamente democrático tal como consta en dicho artículo.
- Como no…
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