Pero ¿cómo es posible, se pregunta uno en su ingenuidad, que el ejercicio de un derecho democrático de un pequeño país como Grecia, que representa tan sólo el dos por ciento del PIB de la UE, pueda despertar reacciones tan virulentas? Una cosa está al menos clara: mercados y gobiernos, que, como estamos viendo, comparten unos mismos objetivos, están de acuerdo tácita o expresamente en mantener a los pueblos en la enajenación o la pasividad para hacerles pagar a sangre y fuego el precio de una crisis que ellos no han provocado.
La importancia de Grecia reside sobre todo en su valor simbólico. El pueblo griego se había convertido en un banco de pruebas social y político, en la víctima propiciatoria de un experimento de dominación estratégico, aplicable gradualmente a toda Europa con el propósito de reducir la resistencia popular a esta dominación, asegurando por generaciones el poder y el enriquecimiento permanente del capitalismo financiero, Desde hace más de un año el pueblo griego está sufriendo las consecuencias de está experimento: despidos masivos, reducción brutal de salarios, pérdida de derechos sociales, amenazas continuas y represión. Y, en este marco de opresión financiera y política, ¿qué ofrece ahora la UE al pueblo griego? Diez años de mayores sacrificios. Mayores reducciones de salarios, mayor paro, mayor represión y, por si no fuera bastante, la renuncia a luchar por sus derechos y por una vida mejor. ¡Cómo no va a sentirse indignado este pueblo¡
La convocatoria de un referéndum, en este escenario, constituye un imperativo político y un derecho del pueblo griego, cuya negación no hace sino subrayar el actual secuestro al que se encuentra sometida la democracia en Europa. Agradezcamos al pueblo griego su coraje frente a la injusticia y su enorme presión sobre el gobierno de Papandreu y hagamos votos por la celebración de ese referéndum. Sin miedo. La democracia no es el problema. Es la solución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario