Una vez elegido un cardenal argentino como nuevo papa, Pedro Serrano nos remite sus comentarios sobre Francisco, las posibilidades de renovación de la iglesia católica y sus propuestas de reformas. Ahí van:
Nuevo Pontífice
Los católicos del
mundo están de enhorabuena, pues el nuevo Papa elegido por los señores
cardenales es un buen creyente, austero,
sencillo, cercano, de carácter afable pero firme, atento con los pobres, y con
sólida formación teológica y humana. Asimismo tiene óptima experiencia en
puestos de responsabilidad eclesial, pues fue provincial de los jesuitas,
obispo, arzobispo de Buenos Aires y cardenal.
El nuevo pontífice
que sucede a Benedicto XVI, es el primer Papa jesuita, el primero en llamarse
Francisco y el primer pontífice que procede de Argentina y de Latinoamérica.
Lógicamente es conservador, pues en la Iglesia no se
suelen elegir para cargos eclesiales –salvo error– a creyentes progresistas. Ni
en los seminarios aceptan para presbíteros a jóvenes con mentalidad moderna. Estos
reparos condicionaron a Bergoglio en la comprensión de las utopías
modernizadoras tanto en la Iglesia como en el seno de la Compañía de Jesús.
Como conservador
en doctrina y bioética, según las noticias de la prensa, parece que fue más
transigente con la dictadura Argentina (aunque Bergoglio ayudó a jesuitas
represaliados, a dos jesuitas obreros no tanto), que con el régimen democrático
de los Kirchner. La jerarquía suele ser más afín al capitalismo que al
comunismo. Muchos eclesiásticos argentinos prefirieron la dictadura represora
por miedo a un régimen marxista. Para los conservadores es prioritaria la fe y
secundaria la justicia. Mientras que para los progresistas, la fe está muerta
si faltan las obras de justicia.
Si Juan Pablo II
dio prioridad a los movimientos neoconservadores, puede que Francisco prefiera
a los religiosos con su sólida formación. ¿Disolverá la alianza tácita anticomunista
de la Iglesia con el imperio?
¿Será renovador Francisco?
Pero lo importante
ahora no es el pasado, sino el presente
que camina hacia el futuro. Todos los seres humanos, no sólo el Papa Francisco,
tenemos cuestiones negativas en nuestras vidas. Incluso san Pablo fue
perseguidor de los cristianos y san Pedro estuvo lleno de debilidades. Por
ello, aceptemos jubilosos la elección del Papa Francisco.
Muchos confiamos
que Francisco va a emprender la reforma de la Curia donde anidan luchas de
poder, la reforma de las finanzas vaticanas siempre atractivas para ambiciosos
y corruptos. Seguro profundizará las medidas ya tomadas en la Iglesia para frenar
los escándalos de pederastia y hasta puede que se desprenda de bienes
eclesiales que dan la sensación de una Iglesia rica.
Es motivador que Francisco llame a la Curia,
cardenales, obispos y cristianos, a dar testimonio de una vida sencilla y pobre
(como Francisco de Asís del que ha tomado el nombre), dedicada al servicio de
los empobrecidos.
Confiamos que
Francisco será un reformador, si le dejan los poderosos, no sólo de estructuras
materiales y organizativas de la Iglesia, sino que promoverá lo más fundamental:
una fe, una espiritualidad y una evangelización más auténticas, según los
signos de los tiempos.
¿Para cuándo la
transformación de la Iglesia?
Pero la Iglesia,
además de las reformas urgentes, necesita algo más para transmitir la gracia de
amor-salvación de Jesús a la humanidad. Hay que transformarla, hay que volverla
del revés, lo de abajo ha de ponerse arriba,
y viceversa. Hay que abrir un debate entre los católicos, no sólo en la
cúpula cardenalicia, que resuelva sobre las transformaciones que son necesarias
en la Iglesia, tales como:
-¿Continuaremos con el Estado Vaticano o debemos suprimirlo?
-¿Mantendremos el papado con poder absoluto surgido a partir del siglo
IV ó no? Según el teólogo brasileño Frei Betto, ya existen una Rusia sin Zar,
una Francia sin rey, un Brasil sin emperador y unas iglesias protestantes y
religiones sin papas.
-¿Transformamos el modelo de Iglesia cristiandad, totalitaria y
verticalista, en el nuevo modelo de Iglesia de los pobres (Vaticano II),
democrática y participativa, con cargos temporales?
-¿Habrá que abolir la Curia y los cardenales, para potenciar una
Iglesia sinodal como exigía el Vaticano II? Es decir, que los sínodos de
obispos a nivel universal y regional dirijan a la Iglesia con la participación
de las diócesis.
-Así como la Iglesia se abre al capitalismo ¿sería necesario que dialogara
con el socialismo, dado que se interesan por la justicia en el mundo? ¿Se
profundizará el ecumenismo y el diálogo con las religiones?
-La adaptación a los signos de los tiempos era una exigencia del
Concilio Vaticano II. ¿Qué habría que hacer en la Iglesia para dar
participación al pueblo, a los laicos y a las mujeres?
-Si la inquietud moral de la jerarquía está centrada en cuestiones
bioéticas, ¿tendría que priorizar hoy día, los temas de justicia social y
liberación de los empobrecidos?
-¿Habrán que anularse las alianzas con los poderosos para trabajar libremente
en la evangelización profética y en la emancipación de los oprimidos?
-¿Se eliminarán títulos, dignidades, boatos litúrgicos medievales y
formas de vestir anticuadas? ¿Se renunciará a catedrales, palacios, fincas y
mansiones innecesarias para dar testimonio de pobreza?
Si la voz del
pueblo es la voz de Dios, escuchemos al pueblo.
Pedro Serrano García