Estaba cantado. Garzón se había convertido en una persona incómoda, en "el enemigo del pueblo". Su independencia, su notoriedad pública, su decidida voluntad de combatir la corrupción cayera quien cayera y, por si fuera poco, su osadía de enjuiciar al franquismo, hacían intolerable su figura. Había que acabar con su carrera, quitárselo de encima, hundirlo en la ignominia y, al mismo tiempo, mostrar a propios y ajenos los límites de la justicia española. La noticia de que el Tribunal Supremo lo condenaba a la pérdida de su condición de juez por once años no ha sorprendido a nadie. Era esperada. Por la opinión pública, por Garzón y, es mi convicción y la de muchos españoles, por el propio Tribunal Supremo. El espíritu de Franco continúa vagando por la Plaza de las Salesas.
EL CONGRESO DEL PSOE
El 38º Congreso del PSOE no ha supuesto la renovación ni el debate de ideas prometidos. No podía suponerlo aquí y ahora, porque el PSOE se encuentra desarbolado a causa de su grave y reciente derrota electoral, pero al menos ha servido para salvar los muebles.Aunque en su mayoría agnósticos, los congresistas han comprendido que "en tiempos de tormenta, no hay que hacer mudanza" y se han decantado finalmente por Rubalcaba, el experimentado capitán que puede mantener a flote la nave del PSOE hasta su arribo a puerto seguro. Un paso imprescindible seguramente, pero, desde luego, insuficiente. El PSOE continúa necesitando un profundo análisis sobre las causas de su derrota, una renovación de sus cuadros y, efectivamente, un debate de ideas que termine en un proyecto de sociedad susceptible de ilusionar y movilizar en su torno a la mayoría social de este país.
HUMOR Y GUIÑOLES
Es posible que en determinados sectores de la sociedad francesa se experimente un difuso sentimiento de irritación ante los éxitos deportivos de los ciclistas, futbolistas o tenistas españoles, pero la reacción del Gobierno y de cierta prensa ante la difusión por el Canal Plus de Francia de unos guiñoles, ridiculizando estos éxitos y atribuyéndolos al dopaje, me parece desmesurada y un tanto infantil. La verdad es que los guiñoles tienen gracia y no hacen sino humor sobre temas de actualidad. Una sociedad democrática madura no hubiera prestado importancia alguna a estos guiñoles. Me temo que en España sobra sentido de la honra y falta sentido del humor.
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