(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Mi amigo Pucho (José Manuel González Veleiro)) murió el pasado día 8. Murió de repente, sin, al parecer, ningún sufrimiento y a consecuencia de un derrame cerebral. Yo conocí a Pucho hace ya mucho tiempo. Nos conocimos allá por el año 1978 en la negociación del convenio colectivo de las Cajas de Ahorro. Yo tenía 31 años, él 29. Los dos éramos Géminis. No sé si por eso desde el primer momento congeniamos y nos hicimos grandes amigos. Desde entonces he tenido el privilegio de contar con su amistad. De lo que me siento muy orgulloso. Muchas, muchas cosas vivimos juntos que dejaron huella en nosotros.
Es terrible, no puedo dejar de pensar en él como vivo; no
me puedo creer que en mis próximos viajes a Galicia no pueda compartir con él
la comida, el vino, la copa y, sobre todo, la charla (incluida la discusión
vehemente en algunos casos como, por ejemplo, el golf y el nacionalismo, temas en los que teníamos
visiones muy diferentes).
En fin, cuando reparo en su muerte se me crea un vacío difícil
de soportar en estos momentos. Supongo que, como dicen que el tiempo lo cura
todo, con el tiempo este vacío irá remitiendo, pero mientras tanto llegue ese
momento qué jodido es.